Atender un parto extrahospitalario casi siempre es motivo de alegría. Es una experiencia muy gratificante ayudar a traer al mundo una nueva criatura, rebosante de vida y salud en un lugar donde nos codeamos con amigos tan poco agradables como el infarto, la parada cardíaca, el trauma grave y la intoxicación medicamentosa.
Aproximadamente el 90% de los recién nacidos efectúan la transición de la vida intrauterina a la extrauterina de una manera normal, sin complicaciones. Sin embargo, entre un 5% a un 10% de los niños van a precisar algún tipo de reanimación tras el nacimiento (aunque sólo sea un poco de oxígeno o ventilación con bolsa y mascarilla).
Existen algunos factores que influyen en el fracaso de la transición. Hay que tenerlos en cuenta a la hora de enfrentarse a un parto ya que nos ayudan a sospechar o predecir si ese niño necesitará o no reanimación en el momento del nacimiento. Por ejemplo, un embarazo no controlado supone de por sí un parto de riesgo. Desconoces si el niño tendrá alguna anomalía, dónde se encuentra insertada la placenta, posición del bebé, riesgo de infección, incompatibilidad Rh, a veces ni siquiera sabes las semanas de gestación o si son uno o dos bebés los que están a punto de venir al mundo.
Conocer todos estos datos nos ayuda a anticiparnos. Una parte importante del éxito de la reanimación depende de la adecuada preparación antes de que se produzca el parto. La reanimación del recién nacido se realiza en períodos de 30 segundos. El algoritmo, material, medicación es diferente al resto de reanimaciones y además tiene un gran componente emocional, por lo que es altamente estresante. Sin duda, hay que estar preparado.
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Suena el teléfono. Nos pasan un aviso en un pueblo a 40 km de nuestra base. El médico de primaria solicita una UVI Móvil para una paciente con un parto en curso. Nos dicen que vayamos hacia el Centro de Salud que en breves momentos nos dan más datos. Antes de que nos haya dado tiempo a subirnos en la ambulancia vuelven a llamar diciendo que es un embarazo sin controlar y que creen que la fecha de la última regla "normal" fue Julio del año pasado.
Me subo en la ambulancia pensando en todo lo que significan esos datos que me ha dicho mi compañera. No sabemos nada del estado actual del bebé, y por si esto fuera poco, parece que será un recién nacido prematuro.
- ¿Ves?, me digo a mi misma, estos son los partos que no hacen nada de ilusión.
Empiezo a repasar mentalmente el algoritmo de reanimación neonatal. Recuerdo la bolsa de plástico para evitar la hipotermia.Compruebo de camino al Centro de Salud que el material para prematuros está en la mochila de pediatría, que funciona el ambú, que tenemos el laringoscopio con las palas rectas. Repaso las dosis de adrenalina, no quiero tener que andar pensado en el momento crítico en estas cosas. Cargo la adrenalina y la diluyo al 1:10000. La médico que está conmigo de guardia va repasando a su vez la medicación para la parturienta, por si hubiera alguna complicación. Preparo el teléfono para que me sirva de cronómetro. Le digo a mi compi:
- Tenemos que tener muy claro que llegamos al Hospital antes de decidir trasladarla. Si nos da a luz en la ambulancia y es un prematuro no sé como nos las vamos a arreglar.
Me preocupa mucho tener el parto con un niño que necesita reanimación dentro de la ambulancia. Hay una camilla y dos sillones. No hay espacio físico suficiente para trabajar; ni siquiera hay un sitio sobre el que poder reanimarle. He atendido varios partos extrahospitalarios, en domicilios y Centros de Salud, y sin duda cualquiera de esas opciones es mejor que la ambulancia.
Llegamos al Centro de Salud. Una vez allí hablamos con la matrona y la médico que ha atendido a la parturienta. Al parecer no sabía que estaba embarazada. Ha tenido pérdidas todos los meses, eso sí, "raras". Está con contracciones cada 3 minutos. 4 cm de dilatación. No ha roto aguas aún. La matrona cree que mientras no se rompa la bolsa llegamos al hospital (tenemos una hora de camino). Al parecer, por la altura del útero, el embarazo está casi "a término". Es decir, no es prematuro (Un gran alivio).
Nos la llevamos. Colocamos a la paciente al revés en la camilla de la ambulancia así ,en caso de dar a luz, tendremos mejor acceso al bebé. Le explicamos a la paciente que si nota que rompe aguas nos avise. Decido quedarme sentada en el asiento que está más cerca de su cabeza, para ir ayudándola o guiándola en caso necesario.
Comienza el traslado. Las contracciones se van haciendo cada vez más seguidas. Intento recordar mis propias clases de preparación al parto para explicarle como respirar durante las contracciones. Le pregunto si tiene ganas de empujar. Dice que no. Le pido que nos avise en caso de que empiece a tener ganas de hacerlo.
Reconozco que estuve tentada varias veces a preguntarle si realmente no sabía que estaba embarazada. Después de mi embarazo, me parece bastante increíble que alguien no se de cuenta de que lo está. Puedes tener un embarazo buenísimo, vale, pero los cambios físicos son evidentes, y el bebé se mueve. No sé. En mi cabeza intenté plantear la pregunta de forma que no pareciese que la estaba juzgando o que no mostrara mi incredulidad ante ella, y, como no encontré la manera adecuada de plantearlo y además mi trabajo no es juzgar la vida de los pacientes, sino ayudarles, y aquella mujer y su futuro bebé quizá necesitaran mi ayuda, lo dejé pasar, sin más.
Cuando quedaban 20 minutos para llegar al hospital la cara de la mujer era una mueca de auténtico sufrimiento con las contracciones. Le pregunté si había aumentado el dolor y me contesta que sí.
- Aquí están las de caballería, me dije.
Recordé el día que me puse de parto. Fui al hospital con contracciones cada 3 minutos, pero con un dolor soportable. Me atendió un matrón estupendo. Mientras estuve allí el ambiente fue muy distendido e incluso cuando supo que era enfermera se permitió bromear conmigo, lo cuál agradecí. Cuando me dijo que estaba aún verde y me mandó para casa, recuerdo haberle preguntado:
- ¿Entonces cuándo tengo que volver? (Ya tenía contracciones cada 3 minutos)
Y me dijo muy serio:
- Cuando ya no te de la risa con las contracciones.
A 10 km para el hospital noto que con las contracciones se está poniendo muy inquieta. Vuelvo a preguntarle:
- ¿Tienes ganas de empujar ahora?
- Sí, me dice angustiada.
- Intenta no empujar, ¿vale?. Se que lo que estoy diciendo es muy fácil de decir pero que seguro que ella no lo ve nada claro.
Llegamos al hospital. En urgencias nos mandan directamente a paritorios. Nos están esperando. Hemos dado preaviso. Subimos a la primera planta acompañados de dos celadores que nos van guiando. ¡Bien! ¡paritorios!
Nos reciben un par de enfermeras, alguna auxiliar, el ginecólogo de guardia y una o dos matronas. Exploran a la paciente en nuestra camilla antes de pasarla a la cama de la sala de dilatación. Ayudamos a la parturienta a acomodarse en su cama y entonces llega la bruja malvada del cuento y le dice a la paciente:
- ¿Tienes la cartilla maternal?
Una compañera suya le contesta:
- No, es un embarazo no controlado.
Y la bruja malvada del cuento pone el grito en el cielo y dice:
- ¡Qué bonito!, ¡qué bonito!. ¡Sí señora, muy bien!. ¡Todo el embarazo sin controlar!.
Viendo la falta total de delicadeza y la actitud de esta señora, comento:
- Bueno, al parecer no sabía que estaba embarazada.
- ¿Que no sabía que estaba embarazada? ¡Ja! ¡No se lo cree ni ella!
Noto que se me está hinchando un poco la yugular. No creo que sea el momento ni el lugar para ese tipo de comentarios y reproches. Le digo:
- Bueno, no creo que sea el momento de esto.
La bruja malvada abandona la sala despotricando.
Pues eso digo yo. ¡Qué bonito señores! ¡Y qué vergüenza (ajena) semejante personaje!.
Para que luego algunos digan que lo de Mírame, Diferénciate no es necesario.